Dios habla en el silencio
- Darón Lemus
- hace 3 días
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez te ha incomodado estar en silencio? A mí sí.
Antes de irme a mi encuentro católico, un par de semanas antes, escuché una versión en español de la canción “The Sound of Silence”. Al final, una frase me estremeció:
“Dios siempre habla en el silencio…”
No la entendí del todo en ese momento, pero algo dentro de mí supo que eso iba a cambiarme. Yo no conocía lo que era realmente el silencio. Le había huido por años. Cada vez que salía a correr, evitaba hacerlo en silencio. Cuando hacía una tarea, trabajo, o cualquier actividad mi solución para evitar el silencio era usar audífonos, no por amor a la música, sino para no tener que escucharme. Para no enfrentarme a mis pensamientos, mis preguntas sin respuesta, mis vacíos.
Y sé que no soy el único. ¿Te suena familiar?

El ruido como refugio
A veces creemos que el silencio es aburrido, incómodo o innecesario. Vivimos en un mundo donde todo suena, todo vibra, todo grita por atención. La televisión de fondo, la música en el carro, los reels infinitos… incluso cuando estamos solos, buscamos llenar el espacio.
Pero en ciertas etapas de la vida, el alma ya no se conforma con distracciones.
Suelen aparecer sentimientos que preferimos evitar: inseguridad, sufrimiento, tristeza. Y ahí es cuando el silencio asusta.
No es fácil quedarse quieto con lo que duele. Pero es justamente en ese espacio incómodo pero sagrado donde Dios espera para hablarnos.
Donde el alma empieza a sanar.
El silencio no es ausencia… es presencia
Durante mi proceso espiritual aprendí que el silencio no es vacío, es plenitud escondida. En él no estamos solos. Dios está ahí.
Cuando oramos y no recibimos respuesta inmediata, cuando el ruido del mundo se apaga y queda solo el murmullo de nuestro corazón, Dios está ahí, susurrando verdades eternas.
“Cállate ante el Señor y espéralo; no te indignes por el aprovechador.” — Salmo 37,7
Cuando comprendí esto, ya no le temí al silencio. Aprendí a buscarlo.
Ya no me apresuraba a llenar los vacíos con palabras. Empecé a orar más desde el corazón, menos desde la boca. A dejar que mi alma hable… y que Él responda.
El silencio es un lenguaje poderoso
“El silencio es el lenguaje de Dios; todo lo demás es una pobre traducción.” — Rumi
Puede parecer paradójico, pero el silencio bien vivido tiene una voz que atraviesa el alma. Es ahí donde el Espíritu Santo toca partes que nadie más puede tocar.
En el silencio descubrí misericordia, claridad, consuelo… y propósito.
Por eso hoy, cuando la ansiedad golpea o la confusión me visita, no corro al ruido. Corro a Su silencio.
A ese lugar sagrado donde sé que Dios me espera.
Una invitación a abrazar el silencio
Quizá hoy tú también le huyes al silencio… por miedo a lo que vas a escuchar o porque simplemente no sabes qué hacer con él. Pero ¿y si ese silencio fuera la respuesta que estabas esperando? ¿Y si ahí, donde parece que no hay nada, está todo?
Dios no siempre responde con truenos ni milagros visibles. A veces su voz es un susurro que solo el alma en calma puede oír.
Por eso te invito a buscar, a quedarte un momento más… en silencio.
A apagar el ruido, cerrar los ojos y dejar que Dios hable a su manera.
No te prometo que entenderás todo al instante, pero sí que en ese espacio, Él se revelará con amor, misericordia y verdad.
Oración final
"Señor,
enséñame a no tener miedo al silencio.
A encontrar en él un espacio de encuentro contigo.
Que no huya de mis pensamientos, sino que te los entregue.
Que mi alma no se llene de ruido, sino de tu paz.
Llévame a ese lugar interior donde hablas con amor, sin gritos, sin prisas…
Solo Tú y yo,
en el silencio que sana, transforma y reconcilia."
Amén.




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