Cuando Dios se hace amigo a través de otros
- Darón Lemus
- 4 nov
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 6 nov
Una historia real sobre cómo la amistad también puede ser una forma de amar a Dios
“Un amigo fiel es un refugio seguro, el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio, su valor es incalculable.” - Eclesiástico/Sirácida 6, 14-16

El momento en que todo se detuvo
Era el 2020. Como muchos, comenzaba el año con planes, metas y una rutina ya establecida. Pero marzo llegó con una tormenta inesperada: la pandemia. El mundo se detuvo, y con él, también mi vida. A las pocas semanas, tuve que enfrentar una cirugía. El dolor físico era fuerte, pero más aún el sentimiento de vulnerabilidad.
Estaba convaleciente, sin poder moverme bien, y para colmo, tuve que renunciar a mi trabajo por diferencias en el liderazgo en medio del caos nacional y mundial. Imagínate: recién operado, sin empleo, encerrado en casa, con un país paralizado. Me sentía inútil. Quebrado. Vacío.
Y fue ahí, en ese rincón de dolor, que Dios me visitó, aunque no de la forma que esperaba… Lo hizo a través de mis amigos.
Cuando Dios se viste de amistad
Uno me envió comida sin pedírselo. Otro me llamaba todos los días solo para preguntarme cómo estaba. Una amiga me hizo reír en videollamadas cuando no tenía fuerzas ni para sonreír. Un par de ellos me ofrecieron pequeños trabajos que, sin saberlo, serían la semilla de mi emprendimiento.
Ninguno me predicó con palabras… pero todos me evangelizaron con gestos.
Y entendí algo profundo: Dios no me abandonó. Solo cambió de forma. Se ocultó en cada uno de ellos.
Cada gesto, cada llamada, cada mensaje fue una caricia divina. Era como si Jesús me dijera:
“No estás solo. Estoy aquí. A través de ellos.”
Cuando también te toca ser el reflejo de Dios
Con el tiempo, también me ha tocado ser ese amigo. Escuchar a alguien en crisis, acompañar a quien ha perdido el rumbo, dar un consejo cuando me lo piden, o simplemente estar.
Y no por buena persona. Sino porque Dios ya lo hizo primero conmigo.
Porque después de haber experimentado su amor en forma de amistad, ¿cómo no compartirlo?
El valor de un amigo fiel
Hay amistades que no se miden por los años, sino por la profundidad del alma que comparten.
Un amigo verdadero:
Te cuida sin pedir nada a cambio
Te escucha sin juzgar
Te recuerda tu valor cuando tú lo olvidas
Y eso es exactamente lo que Dios hace.
Por eso, la amistad también es una forma de amar a Dios y dejarte amar por Él.
Oración
Te comparto la siguiente oración para que, en un momento de calma, la leas con el corazón abierto y recuerdes que la amistad también puede ser un canal del amor de Dios:
Señor, gracias por cada amigo que has puesto en mi camino. Gracias por habitar en sus gestos, en su compañía y en su amor. Ayúdame a reconocer tu presencia en las pequeñas cosas, y a ser también reflejo de Ti en la vida de otros. Que mis palabras, mis silencios y mis actos hablen siempre de tu bondad. Amén.
Gracias por leer hasta aquí.
Si este texto tocó tu corazón, compártelo con ese amigo o amiga que ha sido un regalo de Dios en tu vida.
Tal vez, sin saberlo, hoy necesitan leer esto.

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